El Parlamento Europeo acaba de demostrar que va a sacar el máximo partido de los nuevas competencias que le otorga el Tratado de Lisboa. La Eurocámara ha exigido, para aprobar el Presupuesto de la Unión Europea para 2011, tener voz y voto en pie de igualdad con el Consejo de la Unión Europea en la próxima negociación del presupuesto plurianual de la UE, «melón» que se abrirá a principios del próximo año, y que se conoce como Perspectivas Financieras.
El Consejo de la Unión Europea, donde están representados los Gobiernos, se mostró completamente en contra de mezclar la negociación del presupuesto del próximo año con las cuentas públicas europeas del futuro, con lo que finalmente no hubo acuerdo y ambas partes, con el arbitrio de la Comisión Europea, se volverán a reunir el lunes en Bruselas en un último intento de alcanzar un acuerdo.
La cuestión de fondo es que la Eurocámara quiere participar en el futuro diseño presupuestario por la vía de los recursos propios, o lo que es lo mismo, en la posibilidad de crear un nuevo impuesto europeo, cosa a la que se resisten los Gobiernos por entender que es competencia suya en exclusiva.
Ambiciones políticas al margen de unos y otros, la realidad es que la última propuesta de la Comisión Europea sobre el presupuesto de 2011 preveía un aumento de los recursos de un 2,9% en relación con el año anterior, hasta los 126.500 millones de euros, lo que contrasta con la tsunami de recortes de fondos de los presupuestos generales de todos los países europeos, en aras de reducir los abultados déficit públicos.
Este 2,9% de aumento, que aún está por ver porque no ha habido acuerdo hoy, es la mitad de lo que exigía el Parlamento y bastante más de la congelación que querían los Gobiernos europeos, sobre todo el Reino Unido, cuyo primer ministro, David Cameron, hizo una declaración unilateral en la última Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea en la que exigía un recorte presupuestario en la UE.
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